Trataron de herrarle y cerró las tijeras
no fue a cal y canto, quedaba la punta
de untar las heridas,
sirvieron de lienzo las horas perdidas,
es el antojo del ojo que ve
cómo muere solo a través de la misma mirilla
de la misma puerta que quiere romper,
es una mano intentando coger
del amor algún pedazo y los tacones
en la nuca de la vida,
manzana podrida, quijada de Abel,
que se entretiene desabotonando las claras del día
para verte bien.

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