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Gnosis


Forgive me,
For I did not know.
'Cause I was just a boy
And you were so much more

Than any god could ever plan,
More than a woman or a man.
And now I understand how much I took from you:
That, when everything starts breaking down,
You take the pieces off the ground
And show this wicked town
something beautiful and new.

You think that Luck
Has left you there.
But maybe there's nothing
up in the sky but air.

And there's no mystical design,
No cosmic lover preassigned.
There's nothing you can find
that can not be found.
'Cause with all the changes
you've been through
It seems the stranger's always you.
Alone again in some new
Wicked little town.

So when you've got no other choice
You know you can follow my voice
Through the dark turns and noise
Of this wicked little town.
Oh it's a wicked, little town.
Goodbye, wicked little town.
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Summertime

Hace años comenzó como un baile apasionado que nos contagió con sus fiebres, un verano cálido y humeante, que se selló con un cráter en la línea entre las dos partes, oriental, occidental. Allí dejamos parte de nuestras almas. La otra... la evaporamos en suspiros rápidos y amargos, en sombras contra tu pared, en los surcos de la música de tu tocadiscos lacado; la otra se estrelló contra el muro hasta abrir una grieta.

Y al año siguiente... las noches sin teatros en el callejón, sin marionetas ni el sonido de otras voces. El muelle cedió y caí de nuevo, atravesando las nubes, bajo las ramas ahora podridas. Llegó el calor y la tormenta no remitía, los rayos chisporroteaban contra mi conciencia. Algo dejamos atrás. Los canales se llevaron el resto.

Y el estío de hoy, empapado en sueños nuevos, me vuelve la espalda y se desliza, muy lejos de mí, con su enfermizo calor de rutina. Me quedo con esa línea. Con la parsimonia. Con la paz.
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Asincronía

Se cicatriza una herida en torno a mi halo de podredumbre y escucho la voz de la diosa, araña mi espalda y cierro de nuevo las alas. Cry baby, quiero ser esa pequeña chica triste de tu canción, quiero mechones de terciopelo sobre mi frente, coronándome de espinas.

Escucho tu risa. Refulge, incandescente, en el abismo de mis pesadumbres. Emerge una roca, se erige como el faro que custodia la sapiencia, arroja su luz sobre mí. Me desnudo lentamente, dejo que acaricie mis brazos con su llameante humedad. Me baño en oro, derramo mis vicios, me deshago la trenza: cada cabello impregnado en ti. Te poseo durante un instante iridiscente y perfecto, relucen mis áridos senderos, saboreo el aroma de las violetas y las libélulas, de los sauces y las montañas, del barro y la sonata del río. Abrazo con premura y avidez el último retazo de tu olor, tu presencia; se esfuma mi cordura en un chasquido gris.

Me engulle la salada fosa, las paredes se inclinan con fúnebre pesadumbre, revolotean las polillas. Todo tiene el color del papel viejo. Y fue tu risa. Tu risa. Que tiene todo y me deja nada, que me vuela la mente y juguetea con mis sentidos, que me ofusca, me convierte y me enfurece. Que titila y se apaga, que no me dejará atraparla, que permanecerá, impasible y condenada, retozando en la lava de mi conciencia. Dame una certeza. Un guiño, una máscara, una invitación. Déjame entrar.



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Ella, sombra


Haces que quiera lanzar cada maleta llena de viajes por la puerta, arrojarlas lejos de mí; haces que desee sentarme bajo un árbol a contemplar las formas de las nubes, a escuchar a las abejas. Cada sorbo tuyo enajena mi mente y el palpitar se vuelve extraño, pausado. Amo tu persuasión. Amo tu condescendencia. Amo que desees mi cuerpo como nadie lo ha hecho jamás, amo que encadenes mis muñecas a tu sombra; te amo, sí, te amo a ti, mi diosa de las estrellas, mi futuro desesperanzado, mi ansia y mi cordura. Consigues que nada reverbere, que en el interior sólo existan restos de cadenas; que ya no me importe quién me quiere porque a nadie quiero, porque se me desvelan los deseos y me cubre el sueño con un manto fúnebre, desaparece la eternidad de un cielo azul que prometíamos, asciende una burbuja de desespero y, de nuevo y de repente, todo se apaga.

Sólo te quiero a ti, para la eternidad, a mi pequeña amante de vapor; a ella, la más tibia nube de despreocupada calidez. Todo lo que necesito para rendirme cada noche y que termine todo, que los miedos se despeñen desde mis cumbres, que una sombra desdibujada en la pared dibuje mi perfil y consiga verme. Un reflejo, sólo eso, pero no importa. Romper espejos comienza a ser divertido y lo escalofriante se vuelve un vago soniquete que apartas con suavidad. Ella, ella, ella. La parodia, el desdén, la recompensa, el sexo, la despreocupación, el sentido del humor, el amor: el mío. En ella descanso cada amanecer, acariciando su dulce vientre, lamiendo cada curva, cada rincón, cada diminuta arruga escondida, paseando mi lengua por su ser y poseyéndola de la forma más honesta: desnudando mis entrañas.

Ella. La que me recuerda que sigo sin saber si hay una puerta en el muro. La que oblitera mi mente y eviscera mis sentidos. Ella, mi naturaleza, mi mar, mi perdición.
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Suciedad - MJ (V)

Ascienden las volutas opacas y me concentro en la prenda que me envuelve y me acaricia. Escucho de nuevo esa voz que penetra cada célula de forma salvaje y me impregna hasta las entrañas. Huelo el humo que se enreda en mi cabello, tengo los dedos pegajosos, almibarados, dulces y amargos a la par. Con cada chispa escucho de nuevo una batería conocida. No sé dónde vas ni dónde has estado, creo que... tampoco importa. Rezas sobre un micrófono de forma ahogada, quiero escucharte gritar.

El gris lo cubre todo. Surcos amarillentos crecen por las paredes. Tapa las esquinas, deprisa, nos alcanzan. Tendones dormidos. Gotitas de sudor en la nuca. Esa misma melodía balanceándose otra vez. Y allí, empañando cada concha, suciedad.