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El olor del mar

El mar olía como una vela hinchada que hubiera aprisionado agua, sal y un sol frío. El mar tenía un olor sencillo, pero al mismo tiempo grande y singular, por lo que Grenouille no sabía si dividirlo en olor a pescado, a sal, a agua, a algas, a frescor, etcétera. Prefería, sin embargo, dejarlo entero para retenerlo en la memoria y disfrutarlo sin divisiones. El olor del mar le gustaba tanto, que deseaba respirarlo puro algún día y en grandes cantidades, a fin de embriagarse de él. Y más tarde, cuando se enteró de lo grande que era el mar y que los barcos podían navegar sin ver tierra, nada le complacía tanto como imaginarse a sí mismo a bordo de un barco, encaramado a una cofa en el mástil más cercano a la proa, surcando el agua a través del olor infinito del mar, que en realidad no era un olor, sino su aliento, una exhalación, el fin de todos los olores, y disolviéndose en el placer de ese aliento.

Patrick Süskind - El perfume
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Degradation trip


All dreams have died along the way
I coughed up the price, I bought a cage
I've had a hell of a time since I went away
Don't know when I died or where to lay down

Gone, gone away
Yeah, gone, gone away

God knows I've tried, I'm dyed in pain
Strong yet simple drive, the freedom to say
I've had a hell of a time since I went away
Homing on traces of light, that distance fades

So they say with time we slowly heal
I caught a flash of your smile through the fog of a dream
I'll have a hell of a time, I clearly see
I can't be by your side, see you when I sleep

Now you're gone... gone away
Yeah you're gone... gone away
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"¡El tiempo! ¡La hora! ¿Qué hora es?"

Cada vez que leo Watchmen me anclan las palabras del doctor Manhattan, parafraseando teorías de Einstein: el tiempo es relativo, también es simultáneo; pasado, presente y futuro ocurren (o están ocurriendo, han ocurrido, ocurrirán: ante semejante sentencia, me pierdo en los tiempos verbales y todos me parecen oportunos) a la par.

Pensemos en la lentitud con la que transcurrían 365 días cuando éramos niños: el siguiente cumpleaños parecía no querer llegar jamás. De repente nos descubrimos pronunciando aquella frase de nuestros padres, "¡qué rápido pasa el tiempo!", y en un par de décadas veremos que el día se consume con más celeridad cada nuevo amanecer. Y no pasa nada, es nuestro reloj biológico haciendo pequeñas perrerías, mirando atrás y acostumbrándose al tiempo ya vivido, viendo cómo el que nos queda por vivir se reduce a cada momento. Tempus fugit, y cada vez más rápido.

Las horas se nos escapan cuando leemos una buena novela, cuando vemos una película conmovedora y dinámica. Delante de una obra de arte alguien gira las manillas, el tiempo se desboca como un caballo sin freno. Hay otros millones de vivencias que provocan esta sensación de que el tiempo nunca permanece en un mismo ritmo vital: un instante de dolor que parece prolongarse durante horas, un ansiado abrazo que apenas podemos saborear... en fin, el ser humano es siempre subjetivo y también parece ocurrir así con la percepción del tiempo.

Todos hemos pensado en algún momento "¿quién me iba a decir esto hace unos meses?", y es que en ocasiones nos vemos envueltos en las situaciones más inverosímiles e inesperadas, quizá con más frecuencia de la que deseamos. En unos días pasamos de estar enfermos a encontrarnos de nuevo preparados para la vida. Cambiamos botas por sandalias en un par de semanas. Nos relacionamos con gente que hace dos horas no conocíamos. De repente, tenemos un trabajo, tenemos pareja, tenemos nuevos gustos musicales, perdemos a un ser querido, nos bronceamos, odiamos un libro que antes amábamos. Cuestión de minutos, de segundos. Todo cambia. Y no podemos pararlo, porque este extraño fluir, este devenir vital, es lo que mantiene nuestro corazón latiendo y nuestra mente en activo, porque sin tiempo no hay cambio, y sin cambio el ser humano es una quimera. ¿El secreto? Saber disfrutar de la certeza de que jamás nos bañaremos dos veces en las mismas aguas.

And you run and you run to catch up with the sun, but it's sinking
Racing around to come up behind you again
The sun is the same in a relative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death
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Time


Tired of lying in the sunshine staying home to watch the rain
And you are young and life is long and there is time to kill today
And then one day you find ten years have got behind you
No one told you when to run, you missed the starting gun

And you run and you run to catch up with the sun, but it's sinking
Racing around to come up behind you again
The sun is the same in a relative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death
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MJ (IV)

Esta noche la música me habla de la muerte. Me susurra sus letras al oído y la siento derramarse por el interior de mi cráneo. Tiene la textura de la mermelada. Es cálida, de algún modo dulce. Gruesas gotas estallan dentro de mi vientre. La muerte ha entrado, y de repente escucho la frase más triste, las siete palabras que me corrompen en sus brazos de ternura y alambre de espinos. La realidad comienza a hacerse palpable y la luz atraviesa la piel de mis párpados; abro los ojos.

Is there anybody out there?

Un dominó, una aguja, manos hinchadas. Corre sobre el heno con un roedor entre los dedos. Veo un barco a lo lejos, olfateo las chispas que deja su humo. No escucho, pero veo cómo se mueven tus labios. Mi piel se deshace en el asiento de atrás de un coche y me siento renacer, por qué no, todo es ficción, puede ocurrir.

Se apagan la luna y las estrellas, rueda la cabeza de Jokanaan, un astro estalla en la galaxia, me deshago en mil gotas multicolor, cae la cortina.
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Verbo y fin

The flames are all long gone, but the pain lingers on.

Hacíamos el amor con el girar de un vinilo porque así nos sentíamos más sabios. Fumábamos bajo los árboles y las nubes, con el olor del salitre ondeando en nuestro pelo. Devorábamos cada pensamiento del otro, cada uno de ellos.

Y después, ¿qué? Mil monedas que rugieron, despeñándose, para terminar desperdigadas entre la ponzoña. Mil ojos que derramaron una lágrima de sangre. Mil árboles que no sonaron al derrumbarse, porque ya no estábamos allí para escucharlo. No sé qué me queda ya hoy. Los conejos de las nubes de desvanecieron en mil gotas torpes y fueron mil los acordes que jamás sonaron de nuevo. Mil pasos. Y de nuevo hacia atrás, porque cada camino de baldosas amarillas entorpece mi andar. Mil grietas en la niebla. Nada, en realidad.

Did you ever wonder why we had to run for shelter
When the promise of a brave new world
Unfurled beneath a clear blue sky?
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Paisaje interior

Resulta manifiesto de las constancias religiosas y de los monumentos sobrevivientes de la poesía y las artes plásticas que, en la mayoría de los tiempo y lugares, los hombres han atribuido más importancia al paisaje interior que a las experiencias objetivas y han atribuido a lo que veían con los ojos cerrados una significación espiritualmente más alta que a lo que veían con los ojos abiertos. ¿La razón? La familiaridad engendra el desdén y el cómo sobrevivir es un problema cuya urgencia va de lo crónicamente tedioso al auténtico tormento. El mundo exterior es aquello a lo que nos despertamos cada mañana de nuestras vidas, es el lugar donde, nos guste o no, tenemos que esforzamos por vivir. En el mundo interior no hay en cambio ni trabajo ni monotonía. Lo visitamos únicamente en sueños o en la meditación, y su maravilla es tal que nunca encontramos el mismo mundo en dos sucesivas ocasiones. ¿Cómo puede extrañar entonces que los seres humanos, en su busca de lo divino, hayan preferido generalmente mirar hacia adentro?

Aldous Huxley - Las puertas de la percepción
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Turner y Espronceda


Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

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The Lizard King


Creo que tu espíritu no reposa tranquilo, no podría. Tomaste de la mano a Blake, a Baudelaire, los amaste como otros los amamos hoy. Te hundiste en la poesía, en diminutos papeles de colores, amaste -quizá- y fuiste amado. Pasión y animadversión, amor y odio. Pero yo no creo en el espíritu. De estos cuarenta años sin ti prefiero quedarme con tus versos, contemplar las puertas que dejaste abiertas y que nadie se ha atrevido a cerrar y traspasarlas desde mi mente para que todo se torne infinito. Larga vida al Rey Lagarto.

No matter if the sun or stars say I'm wrong
It's just a song of the lonely wandering musician
I'm telling you, aint nothing you can do to change my way
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Blues

La calle Bourbon era un puzzle de sombras y luces, un laberinto de claroscuros donde perderse. Los faroles lanzaban su tenue luz sobre los paseantes nocturnos. Muchachas alegres con pulseras del color del oro. Jóvenes traviesos que miraban alrededor, con una sonrisa perenne, tratando de buscar a la más hermosa de aquellas bellezas de ébano y cacao. Parejas que se manoseaban con habilidad, riéndose, sin dejar de mirarse a los ojos.

La primera vez que me mecí al compás de su blues fue en aquel bar, aquel paraíso envuelto en madera, iluminado por pequeñas llamitas que se erigían aquí y allá, sin orden. La brisa de julio penetraba por las rendijas, me hacía cosquillas en las yemas de los dedos. Allí estaba. El rasgar de los dedos en una guitarra triste, aletargada, parsimoniosa: la sentí agotada, hundida, o quizá así me sentía yo. Cerré los ojos un instante, paladeando en mi piel cada nota.

Y allí apareció. Decadente, fantasmagórica. Envuelta en sedas escarlata. Impaciente, lujuriosa, desafiante. Desplegó sus alas con suavidad y bailó, entornando su estrecho cuello hasta rozarse el hombro con aquel cabello ígneo, dejando que sus pestañas se meciesen y la suave carne de sus muslos emitiese el sonido de los astros. Bailo para mí. Se deslizó sobre el pentagrama y creó la música tan sólo para mí. Sus brazos eran estelas de fuego; sus ojos, una avalancha de lava ardiente. Una gota de sudor resbalaba por la cálida curva de su vientre, sus pies danzaban tejiendo nubes a su paso. Abrazó mi cuerpo y me dejé devorar por aquel calor, mis entrañas prendieron con aquella cadencia suave y tormentosa.

Entonces sonó un saxofón. Me sentí, de repente, inundado de vapores; mi cabeza a punto de estallar. Aturdido, alcé la vista. Nada. No quedaba su seda, tampoco su olor. De su presencia tan sólo me quedó una cosa: el latido cálido, estival y mágico de un blues.