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Koi



En casi medio año que ha cumplido este blog nunca he dado explicación alguna acerca de mi pseudónimo, Koi. Creo que esta imagen que tenéis a la izquierda es ciertamente ilustrativa: los peces koi, en términos escrictos, no son más que esas coloridas carpas japonesas que a veces tenemos la suerte de ver en algunos estanques. Si hacéis una búsqueda por internet, descubriréis que en muchos lugares se le describe como un "pez ornamental", es decir, un simple adorno. Yo quiero pensar que el koi es mucho más que eso. Y lo es, desde luego. Al menos lo es para mí.
Hay una leyenda que rodea a la figura del koi; desde luego, este pez forma parte de la mitología y el compendio de leyendas de Japón. Se dice que aquel pez capaz de enfrentarse a la adversidad y remontar el río se convertirá en un auténtico dragón al final de su trayecto. Sólo el koi consiguió nadar contracorriente, enfrentándose a la muerte y al sufrimiento, y su recompensa al llegar a la cima fue, desde luego, merecida.
Creo que, a estas alturas, no es necesario ya explicar por qué he elegido el sobrenombre de Koi. Especialmente ahora, en estos días, las circunstancias que me rodean no son sencillas en absoluto. Nada es sencillo. Sin embargo, sé que debo enfrentarme a todo, cara a cara, sin pensarlo. Debo ser fuerte, ser fiel, remontar el río. Llegar a la cima, convertirme en un gran dragón... aunque hoy no sea más que un pequeño pez de colores. Sé que tengo todo lo necesario para conseguirlo, para acercarme a ese estado sublime en el que ya habré dejado atrás todo lo que ahora me lastra. El koi es, para mí, un ideal, un alto objetivo. Creedme. Sé que puedo hacerlo, y lo haré.
Como último detalle curioso, el kanji japonés koi es uno de los que se utiliza para designar el concepto de amor. Así que veo necesario unificar ambos conceptos: el dragón, la furia y la fuerza, todo ello entrelazado con el amor para conseguir al más puro y poderoso de los seres de la naturaleza.
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You take my breath away

Look into my eyes and you'll see I'm the only one
You've captured my love stolen my heart
Changed my life
Every time you make a move you destroy my mind
And the way you touch
I lose control and shiver deep inside
You take my breath away

You can reduce me to tears with a single sigh
Ev'ry breath that you take
Any sound that you make is a whisper in my ear
I could give up all my life for just one kiss
I would surely die if you dismiss me from your love
You take my breath away

So please don't go
Don't leave me here all by myself
I get ever so lonely from time to time
I will find you anywhere you go
I'll be right behind you
Right until the ends of the earth
I'll get no sleep TILL I find you
To tell you that you just take my breath away

I will find you anywhere you go
Right until the ends of the earth
I'll get no sleep until I find you
To tell you when I've found you
I love you

Take my breath take my breath ... away


You take my breath away - Queen


A tan sólo un día de que el mundo comience de nuevo a girar y tenga en mis brazos todo lo que necesito para vivir, you take my breath away es una de las pocas cosas que se me ocurre decir y pensar. Quizá, y sólo quizá, cuando al fin llegue mañana pueda volver a escribir sobre algo no estrictamente sentimental. O quizá no. Aún no lo sé. Lo único que sé es que mi corazón sigue en su sitio -en sus brazos- y aún no he dejado de respirar, y eso es bueno. Muy bueno.
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Miradas



Si hay algo que me apasiona de los retratos es la posibilidad de congelar ese instante en el tiempo, con una expresión determinada, un gesto... una mirada. Y es que las miradas pueden ser -y son, en efecto- increíblemente significativas. Algún motivo tendría que haber detrás de todos esos minutos que dedico a explorar las miradas de amigos y conocidos en todas las carpetas de fotografías que guardo en el ordenador. Una fotografía pone freno a todo movimiento, a cualquier conversación. Una fotografía simplemente te convierte en alguien inmortal.

Me encanta estudiar esas miradas en las fotos... ¿por qué no analizar la mía propia? Bien. Allí arriba me tenéis, en blanco y negro, un recorte de una instantánea tirada por mi amigo Víctor la semana pasada (no dejéis de visitar su blog para la sesión entera y, en general, para echar un vistazo a sus entradas, siempre interesantes). No sé en qué punto de la foto os habéis quedado. En mi cara. En mi pelo. En la camisa de cuadros. En los imperdibles de los pantalones. Intuyo que cada uno de vosotros se habrá detenido en un detalle distinto. Y sin embargo... lo verdaderamente significativo, lo que marca el aire y el enfoque de la foto, es la mirada. No es siquiera esa sonrisa a medias. Una sonrisa puede ser engañosa, puede ser fingida, puede ser de simple compromiso. Pero una mirada... no, una mirada es siempre sincera y franca. Los humanos aún no hemos aprendido a mentir con los ojos. ¿Qué veis en mis ojos, tras ellos? Yo veo oscuridad. Veo un profundo pozo, veo tristeza, añoranza, soledad. En mis ojos veo ansias de un abrazo, de una mano amiga extendiéndose hacia mí, veo ganas de un beso que detenga el mundo. También veo sinceridad, franqueza, esperanza. La sonrisa, en este caso, no es fingida. Pero no concuerda del todo con los ojos que la acompañan. Puede que en ese momento concreto sintiese ganas de sonreír, pero el sentimiento general es muy distinto. Quizá el fotógrafo esté de acuerdo, quizá no. Pero esa mirada destila melancolía en su estado más puro.
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Fragmentos III

Me pregunto si no estaré loco. Cuando me paseaba antes, a pleno sol, bordeando el río, tuve mis dudas sobre mi razón, no dudas vagas como había tenido hasta entonces, sino dudas precisas, absolutas. He tenido contacto con locos; los he conocido que conservaban la inteligencia, la lucidez, la clarividencia incluso sobre todas las cosas de la vida, menos sobre un punto. Hablaban de todo con claridad, con facilidad, profundamente, y de repente su pensamiento, al chocar con el arrecife de su locura, se desgarraba en trocitos, se desparramaba y se hundía en el océano terrible y furioso, lleno de olas que saltaban, de nieblas, de borrascas, que llamamos "demencia".

El Horla, Guy de Maupassaunt

Estaba con una de mis antologías de relatos de terror cuando me encontré con este fragmento. Tuve que leerlo una y otra vez, hasta casi sabérmelo de memoria. Aún no comprendo bien el por qué, pero estas líneas sobre la locura me han resultado demasiado relevantes con respecto a mis experiencias vitales. ¿Acaso es esto lo que nos ocurre a ti y a mí? ¿Es por esto por lo que la razón y la emoción entran en disputa cada minuto, resultando una de ellas vencedora absoluta, alternando sus victorias según el contexto y la situación? ¿Somos únicamente un par de dementes incapaces de salir de esta locura insana? No lo sé. Y, francamente, de no ser más que un par de locos, doy gracias a aquello que nos haya hecho libres de toda cordura. Sólo así puedo sentir que mi mundo late y tiene colores.
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Reencuentros y fotos

A veces es genial quedar con una de esas personas a las que tienes muy cerca y, sin embargo, no ves desde hace... ¡años! Es lo que ocurrió el martes pasado con Víctor, un antiguo amigo del instituto. Aún recuerdo cómo nos conocimos: todo tuvo que ver con Anne Rice y una de las citas de La Reina de los Condenados. Víctor era un gran tipo y el tiempo le ha favorecido: sigue siendo igual de genial, o incluso mejor. Y además... ¡es un muy buen fotógrafo! Nuestra jornada consistió en desplazarnos hasta el parque para hacer fotos o, mejor dicho, que él me las hiciera a mí. Soy una coqueta sin remedio, sé que no tengo ningún talento como "posadora", pero adoro que me hagan fotos. He aquí algunas de las fotografías. Haced click para ampliarlas o, mejor aún, pasaos por el blog de Víctor, él tiene una galería completa.








Sólo me queda cerrar el post con un agradecimiento a Victor por sus fotos y, sobre todo, por nuestras conversaciones. Pasé una muy buena tarde reencontrándome con un viejo amigo. ¡Oh! Y es la primera vez que alguien escribe una entrada de blog con mi nombre, y eso hace sentir a una ciertamente animada.
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Hate to feel

What the fuck will it take
Drown myself in my wake
Another shaggy D.A.
Now a dog, shake my leg
Plastic man, paper face
Candy heart, what a waste
Gotta change, set a date
Eat my cake, lick my plate

Stare at me with empty eyes and
Point your words at me
Mirror on the wall will show you
What you're scared to see

I can see, yeah - (wish I couldn't see at all)
I can feel - (wish I couldn't feel at all)
Hate to see - (wish I couldn't see at all)
Hate to feel - (wish I couldn't feel at all)


Hate to feel - Alice in chains


Hay veces en que uno no puede sentirse de otra manera.


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Novedades muñequiles

En fin, hacía demasiado tiempo que no dedicaba una entrada a mi mundillo de BJD. Esta mañana me he encontrado una grata sorpresa al llegar de la piscina: ¡ya ha llegado mi Puki! Los Pukis son unos diminutos muñequitos (apenas 12 centímetros) de la casa Fairyland. Podéis googlearlo, yo me niego a daros la dirección de la web porque su servicio de atención al cliente es lamentable. He esperado durante cinco meses a mi Puki Cupid, tras muchas discusiones con la casa y gilipolleces diversas. Pero, en fin, lo que cuenta ahora es que este pequeño ser ya está en mi poder. Se llama Minta, es el espíritu de una ninfa de agua y... en fin, ya os contaré más cosas cuando esté menos cansada. Os dejo con un par de fotos (recordad que aún he de maquillarla, cuando lo haga estará mucho más bonita ^^):




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Nada a cambio

Dirigió una última y rápida mirada a los tatuajes de su compañera. No sabía con certeza cuándo podría volver a acariciarlos: ella se había enfundado ya en su armadura de acero. Acero puro, brillante, verdadero. El único. Sus yelmos eran gemelos, se decía que antaño las siervas de Odín se habían servido de ellos en su papel de redentoras en las más cruentas batallas. Poseían el alma de las valkirias, ¿cómo podrían ser vencidos?

Él bajó la mirada y sacudió por última vez sus cabellos antes de que todo aquel acero ocultase sus identidades.
- Vámonos.
Ya no había luz. En la casa no quedaba nadie, y nadie habría durante un largo tiempo. No sabían con exactitud en qué momento regresarían a aquello a lo que se atrevían a llamar “hogar”. Lo que sabían con certeza era que les esperaba una batalla cruenta, desesperada. Sus vidas pendían de los dedos caprichosos de algún dios que decidió jugar con ellos y acercarlos al límite de sus posibilidades, sólo por el deleite que le producía preguntarse si aquella curiosa pareja sería capaz de sobrevivir.

Para ellos, tan sólo existía una salida. La única posible. El resto de posibilidades quedaban fuera de toda consideración. No había dudas, tampoco miedos; tiempo atrás los habían expulsado de su mundo. Era el camino hacia el Cielo Azul Eterno. Poseían noticias que habían de preservarse, ideas que debían ser compartidas. No eran emisarios, tampoco mensajeros. No portaban nada material que pudiera delatar su condición, tan sólo sus armas. En sus almas y sus corazones estaba el resto, todo aquello que poseía una relevancia vital, algo que no debía perderse en el olvido.

Caminando bajo la nieve y la cruda tormenta, se sentían poderosos. Jamás podrían arrebatarles el alma, ni siquiera la muerte encapuchada que les pisaba los talones, ni el gélido invierno y sus inclemencias, tampoco las alimañas que, sin comprender, se lanzaban a tratar de absorber el brillo de sus corazones.
- Ellos no saben que somos inmortales.
Y lo eran. Se miraron bajo los copos relucientes, su acero brillaba más que nunca, captaron la mirada del otro y fue todo cuanto necesitaron para continuar. Creyeron distinguir un ladrido infernal que se prolongó durante horas. La nieve borró sus huellas. Aquel animal seguía desgarrando la bruma con sus aullidos. Sintieron frío, dolor, hambre. En ocasiones, el diablo decidía castigarlos con nuevas trampas y pruebas, sintieron el peso del mundo en sus hombros, derramaron gotas carmesí que se extendieron con rapidez en el manto de hielo que pisaban. Pero no fue suficiente.

Ni el mal, ni el dolor, ni la sangre, ni las lágrimas. Ningún alambre de espinos sería lo suficientemente fuerte para contener su poder. Ellos lograrían sobreponerse al infortunio, a la mayor de las torturas, a lo que fuera necesario con tal de preservar lo que almacenaban con ternura en sus almas. Los demás no comprendían el valor de aquella sonrisa cómplice, todo cuanto necesitaban: no pedían nada a cambio. Jamás lo harían. Todo era desinteresado, todo fue confeccionado con la delicadeza y perseverancia de quien sabe que posee algo único, irrompible. Algo que compartirían a pesar de los perros infernales, de la muerte, de los Hados que decidieron ponerlos a prueba: porque ellos son portadores de un sueño.

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Hacía demasiado tiempo que no escribía, al menos algo que se pudiese mostrar y que no fuera el resultado de vaciar mis emociones en un papel a través de las palabras. En realidad, esto no deja de ser una forma más de hacerlo, pero he intentado elaborar una pequeña historia basada en una canción. Sé que al menos uno de mis lectores sabe qué canción he utilizado de trasfondo. El resto... ¿por qué no tratáis de adivinarlo?