0

Excusas para no hacer ejercicio

A diario veo cómo personas de mi entorno se convierten en seres grises y sin forma. Con esto me refiero a que carecen tanto de una forma física aceptable como de un estado emocional sano y equilibrado. Estas personas buscan la manera de no hacer nada en su día a día, de consentir que pasen las horas sentados delante de una pantalla, perdiendo en tiempo con actividades banales y estupidizantes.

Yo no puedo considerarme una atleta ni una deportista profesional, pero sí puedo sentirme orgullosa de ser una persona activa, inquieta y que se mueve -en todos los sentidos-. No hace demasiado tiempo que decidí que esa vida sedentaria y desapaciblemente aburrida debía terminar, y comencé a interesarme por toda clase de actividades físicas. Comencé con pilates y alguna sesión de elíptica y máquinas, también probé a correr y terminé por decidirme a entrenar en casa, con los programas que más se adaptasen a mis necesidades, a mi cuerpo y a mi actividad diaria. A día de hoy sigo una mezcla variopinta de actividades: pesas, kenpo, fitness, cardio intenso... un refrito de todo. Me sobra para no aburrirme y para conseguir estar más cerca de mi objetivo, que es no ser otra más de esas personas que no cuidan lo único que les va a durar toda la vida: el cuerpo y la mente.

Los beneficios son claros. Además de una mejor forma física y un cuerpo más útil y resistente (algo muy de agradecer en cualquier actividad diaria, ¿quién no ha llegado con la lengua fuera tras subir un tramo de escaleras?), he logrado un equilibrio mental y emocional muy superior al que solía tener. El ejercicio es bueno para el cuerpo, pero es aún mejor para el intelecto y las emociones. 

Sin embargo, todos los días escucho una nueva excusa para negarse a obtener estos beneficios tan gratificantes. Oigamos alguna de ellas y veamos lo sencillo que es desmontarlas:

1.- No tengo tiempo. Si tu día a día no te deja ni siquiera media hora libre para caminar a buen paso, deberías replantearte tu vida: no estás llevando una existencia normal ni saludable. Piensa en las horas que pasas frente al ordenador o la televisión y transforma eso en minutos que podrías estar aprovechando en la calle, corriendo, o quizá en un gimnasio. Si aún así tu agenda es demasiado apretada, puedes hacer pesas y estiramientos mientras lees, estudias o consultas tu ordenador. No es necesario -ni recomendable- entrenar a diario: puedes dejar un par de días para descansar y desconectar. Si aún así sigues teniendo demasiado que estudiar o trabajar, recuerda que el deporte te dará energía y podrás concentrarte mejor en tus tareas después de eso y una ducha. 

2.- Soy muy vago. Pues sí, claro, nadie dijo que esto fuera fácil. Ya sé que es más sencillo sentarse en el sofá a beber un café, pero piensa en lo reconfortante que será ese café cuando llegues de correr unos cuantos kilómetros. Al principio te costará y los primeros días te pondrás el chándal a regañadientes. Las semanas siguientes tu propio cuerpo te lo pedirá.

3.- Lo he intentado, pero... Pero, ¿qué? ¿Has hecho ejercicio una semana antes de una boda para bajar un par de kilos? ¿Te has apuntado a una actividad para la que no tenías la forma física adecuada? Es lógico que te pueda la frustración: agujetas, ver que eres el "peor" de la clase en el gimnasio... hay que comenzar por actividades que se adapten a nuestras capacidades y, desde esa base, ir mejorando. Hay pocas cosas tan gratificantes como ver que ahora puedes hacer 15 planchas cuando en el inicio sólo conseguías un par, o que puedes levantar el doble de peso. ¡O que cabes en unos pantalones de hace años! Si lo has intentado y ha terminado mal, es que no lo has intentado lo suficiente o lo has hecho de forma incorrecta.

4.- Es muy caro. Por supuesto, hay gimnasios y locales donde tienes que dejar un riñón a la entrada antes de hacer ejercicio en máquinas supersónicas de última generación. Y también puedes ponerte una camiseta vieja y salir a correr al parque, a la playa, al monte. O invertir unos poquitos euros en unas cuantas pesas y organizar tus propias tablas de ejercicios. O entrar en Youtube y descargarte vídeos con entrenamientos gratuitos. O juntarte con amigos para bailar o hacer excursiones. O... como ves, las opciones son infinitas. Y, muchas de ellas, gratis.

5.- Tengo muchas agujetas. ¡Bienvenido al maravilloso mundo de las agujetas! Ese tierno dolor que se te clava desde lo más profundo de los miembros es un síntoma de que los engranajes de tu cuerpo están comenzando a funcionar, a moverse y, lo que es más importante, a mejorar. Pronto se pasarán y darán paso a otras agujetas nuevas, en sitios distintos, y todas ellas beneficiosas, pues significan que te estás esforzando. Un pequeño precio a pagar por los resultados obtenidos.

6.- Hago deporte y no noto nada. El "cambio" lleva tiempo. No se puede pretender ser el mejor corredor a este lado del Atlántico en un par de semanas. Es una mejora gradual y, la mayor parte de las veces, lenta. Tampoco es posible adelgazar kilos kilos de grasa en una semana con un poquito de aeróbic, especialmente si no se lleva una dieta acorde con lo que se quiere lograr. Si logramos un equilibrio entre una dieta sana, ejercicio habitual y paciencia, todos, repito, todos notaréis resultados.

7.- Estoy muy cansado. Sí, en ocasiones pasa, y ¿sabes qué? Que es el mejor momento para hacer ejercicio. El deporte te da un buen chute de endorfinas que comienzan a moverse, a eliminar tu sensación de cansancio y a darte energía para comerte el mundo si es necesario.

8.- Me da vergüenza. ¡Por dios! ¡Todo el mundo corre! Fíjate, hasta los ancianitos salen a caminar con sus colegas, incluso las señoras mayores van al gimnasio y hacen yoga. ¿Sientes vergüenza cuando comes una ensalada? Pues esto es similar: no es admisible sentirse mal en ningún caso por seguir un estilo de vida sano. Quizá no tengas la mejor ropa, ni el mejor estilo, ni los mayores músculos. Pero, créeme, la persona de al lado no se fijará en eso: verá, simplemente, a alguien haciendo deporte y disfrutando de ello. Seguro que no te sientes avergonzado por fumar o beber, ¿verdad?

9.- No me gusta, es aburrido. Espero que seas consciente de la cantidad de ejercicios, deportes y actividades en los que puedes participar. Quizá no te guste la escalada pero adores el submarinismo. Siempre habrá una actividad para ti, desde la petanca al tango pasando por el boxeo. Haz que tus actividades sean divertidas. Busca algo que te guste. Pon música. Hazlo con tus amigos, tu familia, tu pareja, tu perro.

10.- Me duele la espalda. Quien dice espalda dice piernas, cabeza, manos, rodillas. ¡No pasa nada! Hay ejercicios de bajo impacto que no dañarán tus articulaciones; es más, hay ejercicios, como el yoga y el pilates, que fortalecen tu cuerpo y tus músculos y te ayudan a tener una buena salud postural.

11.- No me gusta ir solo. Ni falta que hace: busca un amigo, compañero... alguien que tenga inquietudes similares a las tuyas. Entra en un grupo de baile o de musculación. Únete a un grupo de corredores. Haz montañismo con tu mascota. Ejercitarse en grupo es muy beneficioso: siempre hay modelos a imitar, personas dispuestas a enseñarnos y, por supuesto, una constante fuente de motivación y afán de superación.

12.- Tengo sobrepeso. Comienza por actividades que no tengan impacto fuerte en tus articulaciones y muévete, haz trabajar tu corazón. Comienza gradualmente, nadando o caminando, y sigue subiendo la intensidad de tus ejercicios. Seguro que, además de bajar de peso, notas que tu calidad de vida mejora.

13.- Ya estoy delgado. ¿Y qué? En tus venas se sigue acumulando el colesterol, tu metabolismo se ralentiza cada día un poquito más y sigues teniendo lo que se llama grasa interna, el tipo de grasa más pernicioso, aquel que rodea tus órganos. Tienes la suerte de tener una figura que no necesita demasiado trabajo ni mantenimiento, pero recuerda que, aparte de que todo es mejorable, el beneficio del deporte se nota también en la mente.

Si he conseguido convencer a una persona, a una solamente, este texto habrá tenido sentido. Por supuesto, hay muchísimas más excusas que planteamos a diario y en las que pensaré para futuras referencias. Y, ahora, contadme: ¿quién de vosotros no ha dicho en algún momento al menos una de estas frases?
0

El refugio de agua

El recuerdo de un latido traza senderos de alambre que trepan por mi antebrazo desde las puntas de los dedos. Pasan varios segundos, palpitando en silencio, hasta que decido retirar el garfio que me atenaza las entrañas. Me estremezco ante una diminuta punzada, un dolor que me recuerda que permanezco en la realidad. Parpadeo. Una, dos veces. ¿Habrá aparecido mi Shangri-La, el paraíso azul y blanco? No, nada es blanco: nada es puro. 

He apurado el cáliz de sudor impuro, de llamaradas de ansia y desespero. Me he desplomado como Ícaro, sobre un cielo morado de terciopelo. Retorno a la conciencia y a la rutinaria sesión de sábanas un poco frías, de humo que se escapa por rendijas que no puedo ver, el orbe decide continuar con su perpetuo giro. 

Omni.
1

Columnas de sal

Now you're messin' with the stone cold killer
She kills so good you're dying for some more


No hay nada más cierto que saber que todo es incierto. La veracidad y la proporción dejan de importar y sólo queda luchar por la supervivencia. Envuelto en piel, en cuero, en terciopelo, en magma o nubes. Qué más da. Se lo que quieras ser. Ocúltate y cuelga una mirada acerada de las pestañas. Que te teman. Que, con el palpitar de tus tacones, bailen para ti. Que se arrodillen y te veneren. Que laman tus heridas y, por dentro, te curen con licor y agua helada. No hay nada tan fuerte que te pueda partir el corazón y hacerlo arena, tan sólo la marea del tiempo. No será repentino. Entretanto, yergue la espalda en tu trono y recoge las lágrimas en un jarro de latón. Que fermente el odio, la tristeza, el azul. Cuando, saladas, hiervan bajo tu mirada, sólo quedará la galaxia y el infinito. Limítate a contemplar las estrellas.
0

La batalla

Centellea el cero bajo el sol. La sangre le salpica la armadura. A sus pies, aún palpitante, yace el cuerpo de la monstruosa bestia. Su mordedura es venenosa, dicen algunos. Por las sienes del Caballero Blanco resbalan gotas trémulas de sudor y de gallardía. Le da la espalda al sol y emprende un regreso lento, noble, sereno.

La Reina Roja, mientras salpica de cobalto el cielo estrellado de su lienzo, lanza rápidos vistazos al exterior. Espera a su Odiseo particular y se entretiene haciendo bailar su pincel para componer pinturas que conmemoren cada victoria.

El sonido del metal la despierta de su letargo. Se lanza escaleras abajo, dejando tras de sí un halo de jazmín y orquídeas. Él no tolera la espera: lanza su espada, se despoja del yelmo, estrecha a la Reina; la siente, la respira. Es suya otra vez.

Cada batalla en el desierto, cada hidra despedazada, cada uno de los enemigos devastados y aniquilados... nada es comparable a yacer con la Reina Roja. Su cuerpo se torna carmesí, un torrente desbocado de sensualidad y dulzura. Sus pupilas, encendidas, refulgen como el más puro de los metales. Cada beso duele y quema. Comienzan esa danza furiosa, ese frenesí empapado en magia negra; resuenan los gemidos en el torreón y en el interior de su pecho. La Reina Roja. La encarnación del candor y la esperanza; una bacante, una ménade, una diosa. 

Amanece. Se escuchan los goznes del puente levadizo, el castillo aún duerme. El Caballero Blanco, su silueta recortada en el horizonte gris, echa la vista atrás. Una sonrisa lo espera en el torreón. No hay dragón lo suficientemente fiero ni guerrero tan letal que le impidan volver, como cada plenilunio, a derrocar a la Reina Roja en la más dulce de las batallas.
0

TY

No pensar, ese es el truco. Lanzarse de cabeza hacia el mar y que el agua empape la piel y los sueños. Sentirse libre. Nadar desnudo al atardecer, con mil chispas de rubí parpadeando en las olas. Dejar que fluya la inspiración, que me sostengan las yemas de tus dedos, que el dios dorado me corone de luz. ¿Pensar? No. ¿Sentir? Todo. No sabemos si mañana saldrá el sol, no conocemos el camino, pero hoy quiero que estas aguas sean sólo nuestras.

If the sun refused to shine, I would still be loving you.
If the mountains should crumble to the sea, there would still be you and me.
0

Echoes

Sin poder elegir el mejor de los versos. Que se quede cada palabra, cada sílaba formando el engranaje adecuado, cada pellizco de sal, que todo sea verde y submarino, que acechen medusas cubiertas de láminas de cristal perlado.

Quizá somos esos extraños, esas miradas que no comprenden. Puede que, desde lo alto, mil aves apunten con sus garras hacia nuestros ojos. Laberintos lacados. Una celda vacía de la que se ha escapado alguien que solía amar antes de pudrirse y morir. No hay canciones de cuna ni caricias en la mañana. Todo tiene el perfume de la ceniza.

El faro no altera su giro bajo el alarido del viento. La luz de la mañana aletea sobre los rizos de las olas. Escucho los tambores. No sé si hablan de mi derrota o me susurran tu victoria. No importa. Alzo el estandarte y elevo mi cuerpo hacia los astros. Me recorren la luna y el sol. Baten los cristales. Se cierra cada ventana. Resuena un aullido desesperado, desgarrador, mortal. Se apagan las llamas y las estrellas. Se cierran las cortinas y me vuelvo con la marea, muy lentamente, mientras camino sobre laberintos de coral.

Overhead the albatross hangs motionless upon the air

And deep beneath the rolling waves
In labyrinths of coral caves
The echo of a distant tide
Comes willowing across the sand
And everything is green and submarine.

And no-one called us to the land
And no-one knows the wheres or whys
But something stirs and something tries
And starts to climb towards the light

Strangers passing in the street
By chance two separate glances meet
And I am you and what I see is me
And do I take you by the hand
And lead you through the land
And help me understand the best I can

And no-one calls us to move on
And no-one forces down our eyes
And no-one speaks and no-one tries
And no-one flies around the sun

Cloudless everyday you fall upon my waking eyes
inviting and inciting me to rise
And through the window in the wall
Come streaming in on sunlight wings
A million bright ambassadors of morning

And no-one sings me lullabies
And no-one makes me close my eyes
And so I throw the windows wide
And call to you across the sky
0

MJ (VI)

I like watchin' the puddles gather rain

Canta muy despacio. Paladea sus sílabas, y sé que lo escribió hace décadas tan sólo para mí. Pienso en cartas que prendieron en el fuego, en respiraciones que dolían detrás del corazón, en bailar muy lentamente al son de esos versos. Hoy no deseo otra cosa. Moverme al compás de aquella melodía que nació mucho antes que yo.

Abre la puerta. Extiende la alfombra. Ofréceme un narciso, una azucena, un nomeolvides. Rema conmigo bajo un sauce llorón. Escuchemos el diálogo de las hierbas. Y cuando quiera mirar arriba y recordar formas que, en las nubes, se han ido para siempre, desperézate conmigo y sostén mi cintura: no me dejes regresar. Ancla mis piernas a la tierra. Acércame al mar y permíteme perderme entre sus suspiros salados. Que me lleven las olas. Que el plenilunio me sorprenda nadando desnuda.

Enciende una llama en la nieve. Busca un sendero salpicado de hielo. Deposita tus armas, sigue las luces del norte, la brisa amoratada, la marea de plata y luz. Asciende con la serenidad del humo. Que te empape la lluvia.