El refugio de agua

El recuerdo de un latido traza senderos de alambre que trepan por mi antebrazo desde las puntas de los dedos. Pasan varios segundos, palpitando en silencio, hasta que decido retirar el garfio que me atenaza las entrañas. Me estremezco ante una diminuta punzada, un dolor que me recuerda que permanezco en la realidad. Parpadeo. Una, dos veces. ¿Habrá aparecido mi Shangri-La, el paraíso azul y blanco? No, nada es blanco: nada es puro. 

He apurado el cáliz de sudor impuro, de llamaradas de ansia y desespero. Me he desplomado como Ícaro, sobre un cielo morado de terciopelo. Retorno a la conciencia y a la rutinaria sesión de sábanas un poco frías, de humo que se escapa por rendijas que no puedo ver, el orbe decide continuar con su perpetuo giro. 

Omni.

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