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Petimetre

Lo sé. Hace demasiado que no inicio una entrada con una definición tomada de nuestro diccionario. Allá voy, pues.

petimetre, tra.
(Del fr. petit maître, pequeño señor, señorito).
1. m. y f. Persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas.

Petimetre. Una curiosa palabra, ¿verdad? No sé si por su fonética o por su significado, me resulta graciosa. Quizá sea por los contextos en que habitualmente se ubica.

Pensándolo con frialdad, todos somos petimetres en este mundo, y no en el sentido que estos los era en la literatura. Somos petimetres de la vida, de los acontecimientos, de las causas y de los motivos. Somos petimetres que se desplazan a la par, moviéndose hacia unos mismos lugares con aspiraciones sospechosamente parecidas.

¿Cómo romper con esto? ¿Cómo dejar de ser arquetípicos y vulgares? No lo sé. Quizá Oscar Wilde tuviese la respuesta. Quizá podamos hacerlo con una lengua venenosa. Quizá con un nuevo chaleco. No lo sé.
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"Todo el mundo es especial. Todo el mundo. Todo el mundo es un héroe, un amante, un loco, un villano. Todo el mundo. Todo el mundo tiene su historia."

V, V de Vendetta
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Cómo echo de menos los pequeños lujos que han desaparecido de mi vida de la noche a la mañana.
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Seguridad

O la sensación de que nadie, nunca, puede ni debe decirte qué eres y qué no eres.

En definitiva: soy lo que quiero, lo que deseo, lo que me gusta, lo que merezco. Y que nadie pueda decirme lo contrario.
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De vuelta y con espíritu

Me exasperan las personas incapaces de trascender a la realidad -la propia y la ajena-. El mundo no es una cuadrícula, no es un tablero de ajedrez perfectamente milimetrado: de vez en cuando -o siempre- es maravilloso escaparse de esos límites para volar. Aunque sea sólo en la imaginación. Por favor, reflexionad sobre ello. No comencéis otro curso, otro año, enterrados en vuestras casillas autoimpuestas. Volad alto.

La creación es un templo donde vivos pilares
hacen brotar a veces vagas voces oscuras;
por allí pasa el hombre a través de espesuras
de símbolos que observan con ojos familiares.

Como ecos prolongados que a lo lejos se ahogan
en una tenebrosa y profunda unidad,
inmensa cual la noche y cual la claridad,
perfumes y colores y sonidos dialogan.

Laten frescas fragancias como carnes de infantes,
verdes como praderas, dulces como el oboe,
y hay otras corrompidas, gloriosas y triunfantes,

de expansión infinita sus olores henchidos,
como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,
que los éxtasis cantan del alma y los sentidos.

Correspondencias, Charles Baudelaire. Traducción de Ignacio Caparrós.