Olas

El mar, ese amigo inmenso e imperturbable al que tanto me gusta escuchar rugir en los días malos, en los buenos, noche y día, no importa el momento. Su sonido no cesa. Es el tintineo de la libertad, de los sueños que se rompen y se reciclan en nuevas vasijas de colores esperanzadores; es el parpadeo de las estrellas al reventar en mil pedazos chispeantes, es el ulular de alguna criatura que se oculta de los ojos mortales.

En el mar son las olas las que coronamos con pequeños y brillantes adornos de sal. Son quienes mandan, quienes se enzarzan en grotescas batallas sobre el dominio del océano, entrechocan, se entrelazan, se fusionan, lanzan a la atmósfera su violento rugido y, tras sus últimas escaramuzas, sus últimas heridas, se calman, se desperezan, se desenvuelven, se tranquilizan y rozan con despreocupación y suavidad la arena. La acarician, la atraen contra sí, la mecen con ternura y regresan a sus orígenes, al ruido, a la ferocidad marítima, a ser el reflejo de un mundo hostil y a demostrar, sin embargo, que una ola es un fenómeno puro, esclarecedor, hipnótico, majestuoso, elegante, sinuoso, magnífico, enorme, poderoso. Las olas, sí, las olas son las reinas.

Fotografía: deviantArt

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Y es algo tan maravilloso cuando sus colores se funden con el cielo y puedo oler tu cabello salpicado por los aromas de salitre...

Me encanta escuchar junto a ti el delicado rugido del mar y como va retozando hasta llegar a la orilla...

Siempre ahí, Siempre junto al Cielo Azul Eterno, Siempre como Nosotros, Siempre Libre (L)

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