Sumas

A los seres humanos, como defecto de fábrica, nos viene incorporado el no poder dejar de echar cuentas. En todo y para todo. En cualquier tienda, ante cualquier etiqueta, cualquier evento u ocurrencia. Y no sólo esas cuentas rápidas que todos echamos para convertir euros en pesetas de nuevo, para ver cuánto nos ahorramos en un producto o qué tanto por ciento incurre en una cifra. No. Las peores cuentas son las del tiempo. Las de calcular las horas que nos quedan por dormir, los días antes de un examen, los minutos hasta que suene la alarma, lo que dura una canción, un beso, un susurro, un momento feliz, un viaje, una separación. Todo lo medimos en tiempo y los relojes son el tic tac maldito de cada mente. Aunque el tiempo es relativo y es un dato que todos nosotros conocemos, simplemente nos negamos a aceptarlo. Y el tiempo pasa. Muy rápido, demasiado. Y antes de que te des cuenta te encuentras persiguiendo el sol, nadando entre los recuerdos y rememorando cosas que ayer parecían muy claras.

Ocho meses han pasado ya, ocho. He vivido mucho más de esa cifra pero fue una vida en un limbo de nebulosas opacas. Hace ocho meses fui arrancada de aquella placenta y traída a un mundo en colores y sonidos vibrantes. Y no sé por qué, sé que son ocho, los celebro, me alegro, los disfruto. Sin embargo, pienso que en los momentos felices todo intento de contar o medir el tiempo debería ser eliminado. Quizá sea ahora el momento de seguir a Einstein, olvidarnos del tic tac, dejar de contar, dejarnos llevar...

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El mismo Einstein dijo que no hay nada más maravilloso que el amor, que no hay ciencia posible capaz de explicarlo...

Gracias Patricia por todo este tiempo y por todo el que nos queda y que por supuesto, no lo contaré si no que lo disfrutaré contigo a cada instante (L)

Gracias, Bibú

Te amo

Publicar un comentario