Sky Doll es el típico cómic que, a priori, parece no ofrecer nada nuevo o interesante en el mundillo. Sin embargo, desde la primera página y quizá por el cuidadísimo dibujo, Sky Doll engancha. Ubiquémonos en su contexto: tenemos un universo paralelo y absolutamente distópico, donde Ágape, la papisa que encarna el amor espiritual, ha sido "prohibida" y sus seguidores son considerados herejes. En su lugar han instituido a Ludovica o la representación de la faceta más carnal y sexual del amor, una mujer pérfida que ejerce un control total sobre los medios de comunicación y conquista a los fanáticos con "milagros" producidos por un fantástico creador de efectos especiales. En este mundo donde ya no hay ningún tipo de libertad amorosa o sexual y donde el hálito perverso de Ludovica se respira por doquier, tenemos a Noa. Noa es una Sky Doll, una "muñeca", un androide que realiza todas las funciones de un ser humano pero que no posee ningún derecho: las Sky Dolls se limitan a cumplir los deseos del estado, generalmente en forma de esclavas sexuales. Sin embargo, el azar hace que Noa escape de su penoso y pequeño mundo con Roy y Jahu, dos hombres que tienen como misión terminar con la creciente religión -no permitida por Ludovica, desde luego- del planeta Aqua. A partir de este momento, la vida de Noa y la de sus compañeros dará un giro drástico y terminarán involucrados en empresas mucho más serias y peligrosas. En el intercurso, Noa descubrirá que en su cuerpo habita algún poder completamente desconocido, lo que la hace pensar que no se trata de un simple androide. El final de Sky Doll es un misterio, aún no se ha publicado el cuarto volumen, pero hay muchos otros que, como yo, siguen intrigados por las andanzas de un trío tan peculiar y, en especial, por el misterio que se esconde detrás de la muñeca.
¿Por qué merece la pena leer Sky Doll y por qué me gustó tanto? En primer lugar, está el impecable aspecto técnico: los diálogos, el dibujo, el entintado, los personajes. Después tenemos también un centro distópico y despótico de poder y, como todos bien sabréis ya, adoro las historias que tienen como núcleo una distopía, sea del tipo que sea, en este caso sociopolítica. En Sky Doll también se hace una fuerte crítica a la religión, y no siempre velada o discreta: Ludovica resulta, desde un principio, odiosa e insultante para su sociedad, y que se prohíba el beningno culto a Ágape la convierte en un ser monstruoso. Además de todo esto y muchas más cosas, está, por supuesto, Noa. Noa es la principal razón para leer este cómic, al menos lo fue para mí, quizá porque me siento enormemente identificada con esta muchacha. Un robot, una más insertada en una masa informe que alguien se empeña en denominar sociedad. Sin embargo, ella no es una conformista, Noa quiere vivir y, sobre todo, le aterra lo que siente. Aún no sabemos cuál es su poder, su sustancia; tampoco yo sé cuál es el mío, soy toda una desconocida para mí misma, y eso mismo le ocurre a ella. Somos dos peones irrelevantes insertados en una partida de ajedrez a la que no queremos jugar, bailando en un tablero en el que realmente no deseamos estar. Aunque, bien pensado, no estamos en una sociedad tan distinta a la que refleja Sky Doll: autoritarismo, esclavos indirectos, falsos profetas, aniquilación del raciocinio. Creo que a Noa le convendría más dejar de pensar, de sentir.
¿Por qué merece la pena leer Sky Doll y por qué me gustó tanto? En primer lugar, está el impecable aspecto técnico: los diálogos, el dibujo, el entintado, los personajes. Después tenemos también un centro distópico y despótico de poder y, como todos bien sabréis ya, adoro las historias que tienen como núcleo una distopía, sea del tipo que sea, en este caso sociopolítica. En Sky Doll también se hace una fuerte crítica a la religión, y no siempre velada o discreta: Ludovica resulta, desde un principio, odiosa e insultante para su sociedad, y que se prohíba el beningno culto a Ágape la convierte en un ser monstruoso. Además de todo esto y muchas más cosas, está, por supuesto, Noa. Noa es la principal razón para leer este cómic, al menos lo fue para mí, quizá porque me siento enormemente identificada con esta muchacha. Un robot, una más insertada en una masa informe que alguien se empeña en denominar sociedad. Sin embargo, ella no es una conformista, Noa quiere vivir y, sobre todo, le aterra lo que siente. Aún no sabemos cuál es su poder, su sustancia; tampoco yo sé cuál es el mío, soy toda una desconocida para mí misma, y eso mismo le ocurre a ella. Somos dos peones irrelevantes insertados en una partida de ajedrez a la que no queremos jugar, bailando en un tablero en el que realmente no deseamos estar. Aunque, bien pensado, no estamos en una sociedad tan distinta a la que refleja Sky Doll: autoritarismo, esclavos indirectos, falsos profetas, aniquilación del raciocinio. Creo que a Noa le convendría más dejar de pensar, de sentir.
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