Teatro

Previo.

Un pequeño resquicio para asomarme a la noche, para que se escapen los humos, para escuchar la calle. Música, una voz desgarradora y dulce a la par. Irresistible.

En.

Olor. Un motor lejano. El brillo satinado de una ondulación que se eleva en una cadencia suave, palpitante, inexorable; se muere. Me miro y escucho. Pálpitos en las yemas de los dedos, cabellos destrenzados, bajar el volumen. Inhalar, exhalar con fuerza: manténlo dentro, será más intenso. Haunt my house of pain and feel my psycho love, ¿me sentiré? De nuevo el motor. Ya no sé si soy hielo o ceniza. Un diapasón que se mueve, muy despacio. El mismo ritmo. Motores vitales. Una máquina perfecta que nos mantiene. Mi nuca late y desaparece. Me inclino hacia la izquierda, piernas cruzadas. No hay una terapia oportuna y ni siquiera esto sirve. Estas paredes reposan en oscuridad y necesito escuchar otra voz: más grave, más serena.

The sun will rise again
The earth will turn to sand
Creation´s colors seem to fade to grey
And you´ll see the sickly hands of time
Will write your final rhyme
And end a memory


Pienso en las mentiras de nuevo y salto a otra pista. Lo que escucho, lo que pienso y lo que escribo entran en una espiral de contradicción. No se detiene y veo un vinilo girar. La aguja no avanza y me he quedado atrapada en una grieta diminuta. Ni siquiera es tiempo. Ni espacio. No siento el humo, pero la humedad se posa en mi piel y me acaricia. Tengo frío. Huelo la lluvia. Olor a limpieza y a renovación, cuando no llueve se me acumula el polvo en las entrañas, no puedo abrir los ojos: mis pestañas son una maraña de alambre de espinos. Siempre dispuestas a desgarrar.

Lujuria.

Bailar. Detengo el frío en todos los sentidos posibles.
Pivotar sobre una semilla, piel húmeda, gemidos silenciados. Imaginarme entre una pared y otra piel. Mareos. Sudor que perla mi nuca. Rizos enredados. Pienso en tanto y en tan poco, y los recuerdos se trenzan con las palabras, y escucho puertas cerrarse. Cambio. Escalofríos, cansancio. Me detengo a respirar, cambio una voz; The End en muchos sentidos. El volcán vierte su lava, me vuelvo animal, me retuerzo y respiro todo lo que me rodea; olores distintos, un recuerdo a ti; me escucho y destenso. Fin. Intenso. Inmenso. Quizá el que más, quizá, y me apena no recordar cada pequeño mordisco de muerte. Delicioso. Quiero otro, pero no. Hace frío de nuevo.

Pausa.

Un buche de agua, beat yourself blind, recuperar mi disfraz humano del suelo. No ha sido rápido. No he sabido medir el tiempo desde el inicio, ni en mi mente ni en mi mano. Lástima.

Y de nuevo. Escritos.

Vuelve el frío de la calle y mantengo mis pulmones al máximo de nuevo. En ocasiones, intentarlo es más complejo que hacerlo: ser conscientemente activo. Una pequeña perla de genialidad que reside en mis manos, entre madera, esperando paciente a que acuda a bailar. ¡Maldita genialidad! Me destruirá, lo sé; pero mientras lo tengo no me preocupa. Mr. Mojo risin', tampoco ellos se preocuparon, pero siempre me han dado pánico las agujas: no estoy en peligro.

But it was only fanstasy
The Wall was too high, as you can see
No matter how he tried he could not break free
And the worms ate into his brain

Mi mente divaga y siento que cada signo es una pausa que decidimos tomar, o un camino que tomamos de repente, una decisión poco meditada. Eso explica mi obsesión: mi prosa es un surco que me recorre el cuerpo y se extiende por mis dedos, es una elongación de mis arterias, es un pedacito de existencia. Los puntos que no he querido poner. Los que no he sabido poner.

Curva y declive.

Ya queda poco. Sueño con que cada nebulosa que expulso ha dejado su arraigo en mis adentros, que palpita en mi cuerpo para siempre, que cada palabra aprendida permanece para siempre y mis células se embeben de esa sabiduría. Nada transitorio. Aprender, retener; no olvidar. Es importante. Hay más escalones. Ideo una cosmovisión. Planetas con la textura de un pomelo, el olor de algo dulce, lenguas de mercurio que saben a algo ácido y picante. Azul eléctrico, magma. Una estela de polvo brillante que se mece y me aprisiona. Con suavidad, como siempre me ha gustado: una cárcel dúctil, maleable, donde no pueda ser lo suficientemente esclavizada. No. No quiero perderme, no ahora. Primero he de emprender mi descenso hacia ese lago helado en la cueva, arañarme los muslos, golpearme las manos, saborear mi sangre de decepción, atravesar la nieve. Sin armadura. Las dejé atrás, en un bosque donde los lobos acechaban, amenazaban con desgarrar mi piel y devorar cada pútrida entraña. Una partida de cartas. Masticar una flor. Sigo bajando.

Pupilas.

No sé si quiero seguir. Estoy completa. Me derramo en lamentos desbocados. Me pudro. Renazco. Relumbro en instantes, aleteo, y ya. Fin de nuevo, vuelta a empezar desde el cáliz de cenizas. Necesito elevarme.

Telón.

Dos más, y fin. Exhalo, apago, aparto. Us and them. Qué dulce noche, seis minutos. Algunos segundos más. Siento miedo de repente porque soy sólo yo. Pienso palabras y busco palabras. De mariposa a crisálida, involución, larva; del revés: y así, como siempre, es más divertido. Y, al final, nadie sabe qué es qué o quién es quién. No es tan importante. Saluda al público. Inclínate. Que vean tu piel y sientan que late tu sangre detrás, aunque no la vean. Míralos una vez más. Muévete, ve a bailar con ella, abandona al público. Dejar sentir. Que sientan, que duden, que teman.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=UFaiWzrcNUs

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