Una despedida, desde luego, es algo mucho menos grato que un brindis. Al brindar todos nos deshacemos en sonrisas, en halagos, en palabras hermosas, quizá banales, sí, pero probablemente significativas. Un brindis está lleno de chispa, de burbujas, de glamour, de delicadeza, de genialidad, del roce suave de los vasos, de bocas entreabiertas. No así una despedida. Quizá mi compilación de música agónicamente triste me haya hecho caer en la cuenta de que las despedidas son absolutamente detestables. O quizá lo han logrado las dos despedidas más duras a las que he debido enfrentarme, no sé. Supongo que, a fin de cuentas, es una mezcla de vivencias y demás. La conclusión es que mi vida sería mucho más decente si estas malditas despedidas cargadas de sal se eliminasen por completo, lejos, en humo, para no volver, para no tener que recordarlas.
Por eso he decidido, en este mismo instante, convertir esta despedida en un brindis, cubrirla de pétalos de colores, rociarla con perfume, vestir un traje elegante, sonreír como si nada ocurriera y brindar. Brindar por nuestro locus amoenus, por los poemas, los guiños, las citas, los holocaustos zombies. Brindar por los cómics, las chapas, las botellas de agua, los helados de sabores extraños, la crema catalana, el whisky. Brindar por la fotografía, los post-its, las ATC, los vinilos, las patatas (cocidas o no), el cine. Brindar por los salmos en alemán, las cajas de música, los tulipanes, el mar. Brindar por los puñetazos, los llimiagos, los musicales, los conejos blancos, el azul eléctrico, las catedrales negras. Brindar por las risas, las caricias, los ronquidos, los abrazos, los cabezazos, las papeleras, los diálogos nocturnos, las navajas, los recuerdos.
Brindar por ti, brindar por mí y, sobre todo, brindar por nosotros. Convirtamos esta despedida en algo mucho más alegre y conveniente, prolonguemos este brindis durante tres meses y devolvámonos a la normalidad con un nuevo abrazo. Está todo hecho, sabemos que lo está, y siempre lo ha estado.
Por eso he decidido, en este mismo instante, convertir esta despedida en un brindis, cubrirla de pétalos de colores, rociarla con perfume, vestir un traje elegante, sonreír como si nada ocurriera y brindar. Brindar por nuestro locus amoenus, por los poemas, los guiños, las citas, los holocaustos zombies. Brindar por los cómics, las chapas, las botellas de agua, los helados de sabores extraños, la crema catalana, el whisky. Brindar por la fotografía, los post-its, las ATC, los vinilos, las patatas (cocidas o no), el cine. Brindar por los salmos en alemán, las cajas de música, los tulipanes, el mar. Brindar por los puñetazos, los llimiagos, los musicales, los conejos blancos, el azul eléctrico, las catedrales negras. Brindar por las risas, las caricias, los ronquidos, los abrazos, los cabezazos, las papeleras, los diálogos nocturnos, las navajas, los recuerdos.
Brindar por ti, brindar por mí y, sobre todo, brindar por nosotros. Convirtamos esta despedida en algo mucho más alegre y conveniente, prolonguemos este brindis durante tres meses y devolvámonos a la normalidad con un nuevo abrazo. Está todo hecho, sabemos que lo está, y siempre lo ha estado.
1 comentarios:
A toast! Shall we? And of course formal dress is to be optional.
Brindar por los cárpatos, por adoptar grandes mitos de la historia zombificados, nuestro castillo de cuento, la saliva gocha, las pedorretas en la tripa.
Brindar por cada mirada furtiva, por cada beso lascivo, por cada abrazo tierno en mitad de la noche, por todo.
Brindamos por el Nexo y por nosotros. Te amo preciosa. We are wearing Steel that is Bright and True.
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