Ballard observaba cómo este ballet se arqueaba, se arremolinaba y revolvía el barro entre la nieve y cómo la deliciosa sangre manaba a borbotones ahí en su hológrafo de batalla, cómo un pulmón desgarrado reventaba salpicando, la sangre negra del corazón, molinete y pirueta, hasta que sonaron tiros y todo se acabó. Un perro joven jugueteaba con las orejas del jabalí y otro yacía muerto con las tripas deshechas y rojas esparcidas sobre la nieve, otro aullaba y se arrastraba.

Cormac McCarthy - Hijo de Dios

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