Baco

Los diminutos cristales de azúcar se deshacían lentamente en la frialdad del agua, volviendo mi bebida opalescente, tornasolada, magnífica y deliciosa. Aquello era, en verdad, un maelstrom en miniatura, místico y poderoso como sólo la absenta podía serlo. Retiré la pequeña y elegante cucharilla perforada, tomé el vaso de fino cristal y lenta, muy lentamente, aproximé aquel líquido esmeralda a mis labios. Su olor excitó mis sentidos. Noté cómo la piel de mis brazos se tensaba por momentos, y un escalofrío de placer me recorrió el cuerpo.

Su dulzura anisada llegó a mi paladar acompañada de una ola de placer casi orgásmico. Se deslizó por mi garganta, acariciándome lujuriosamente, adormeciendo mis células. La magia del hada verde vuelve de nuevo a mí, su furia golpea con fuerza mi corazón, en suaves arrebatos de alcohol. Me siento puro, resplandeciente. Soy un individuo nuevo y limpio, ningún sentimiento malicioso podrá hacerse un hueco en mi alma mientras la bestia de color esmeralda siga en mí.

Patricia C. L. 2007.


Algún día trataré de dar forma a este comienzo y, quizá, darle también un final.

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