
Si tuviese que elegir la música que acompaña a los exámenes de este cuarto curso de filología hispánica, no tendría dudas. Es el American Psycho, de 1997, el primer álbum de los Misfits al que prestó su voz el genial Michale Graves. ¿Y por qué este y no otro? Simple. Me gusta ir a los exámenes en coche, me gusta conducir sola, bajo el sol, mientras canto a voces estas canciones y el resto de conductores que vean un atisbo de esta situación se pregunten si estoy loca o si hablo con alguien por el manos libres. Me gusta esta punkarrada porque es sencilla de escuchar, porque me tranquiliza, porque son ritmos conocidos que puedo tararear y en los que me entremezclo mientras sujeto en volante. Me gustan los Misfits porque siempre tienen una canción que encaja con una determinada situación. Me gusta escuchar este álbum dos veces: cuando voy al examen y cuando vuelvo. Lo vivo de una forma diferente cada vez. Y eso es lo importante, ¿verdad? Que la música cobre sentido, que te haga vibrar sin importar que escuches por enésima vez esa canción en el mismo día, que cumplas con tus obligaciones con una sonrisa y una melodía pendida de los labios.