MJ (II)

Unas gotas de sangre parpadean en el agua antes de teñir todo de duda, de miedo. Ves un diminuto corte, no lo sientes, te aterroriza. Sangre.

Y de repente dos flores luchan por ganar su batalla particular y ves que sí, que es así, que lo carnal es una lucha encarnizada, que a fin de cuentas nadie gana y la espiral se torna destrucción, arrepentimiento, monstruos que acechan desde las sombras.

Suena Pink Floyd. Nunca han dejado de sonar. Cada palabra te retuerce las entrañas y amenaza con eviscerar tu cuerpo y tu mente, despojarte de tus ideales y desnudarte bajo la lluvia helada. Nunca importa: el frío purifica.

Te levantas para descubrir que eres una marioneta: tu cuerpo no reacciona, tu mente yace entre paredes. Golpeas el muro. Nadie. Te han dejado solo sin una puerta por la que escapar. Piensas en el mar, love letters in the sand, y te recuerdo. Y, en fin, a eso se resume todo. Mentiras, y la vida continúa. Nadie tomará ya ese tren que escuchamos; no se sabe si se acerca o se aleja.

Bajo un árbol inhalas el humo y piensas en la Tierra Prometida. Las diez plagas que has desatado. La destrucción, la poca intensidad que poseen tus actos si no están respaldados por la Violencia. You'll always be my dream come true, pero los sueños se pudren, los sueños estallan en llamas. Y es mejor así.

Elegir el camino difícil. Volutas que siguen elevándose mientras me encojo, me abrazo, me inspiro en mi soledad y no quiero abrazo ni ternura. No quiero nada. Quiero ese último baile con MJ. Quiero martillos entrecruzados. Quiero desfiles. Quiero destruir el Muro para volver a elevarlo, esta vez más alto.

La cuchilla vuelve a pasearse por las curvas de su piel. Una gota. Otra más.

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