Esta noche la música me habla de la muerte. Me susurra sus letras al oído y la siento derramarse por el interior de mi cráneo. Tiene la textura de la mermelada. Es cálida, de algún modo dulce. Gruesas gotas estallan dentro de mi vientre. La muerte ha entrado, y de repente escucho la frase más triste, las siete palabras que me corrompen en sus brazos de ternura y alambre de espinos. La realidad comienza a hacerse palpable y la luz atraviesa la piel de mis párpados; abro los ojos.
Is there anybody out there?
Un dominó, una aguja, manos hinchadas. Corre sobre el heno con un roedor entre los dedos. Veo un barco a lo lejos, olfateo las chispas que deja su humo. No escucho, pero veo cómo se mueven tus labios. Mi piel se deshace en el asiento de atrás de un coche y me siento renacer, por qué no, todo es ficción, puede ocurrir.
Se apagan la luna y las estrellas, rueda la cabeza de Jokanaan, un astro estalla en la galaxia, me deshago en mil gotas multicolor, cae la cortina.
Is there anybody out there?
Un dominó, una aguja, manos hinchadas. Corre sobre el heno con un roedor entre los dedos. Veo un barco a lo lejos, olfateo las chispas que deja su humo. No escucho, pero veo cómo se mueven tus labios. Mi piel se deshace en el asiento de atrás de un coche y me siento renacer, por qué no, todo es ficción, puede ocurrir.
Se apagan la luna y las estrellas, rueda la cabeza de Jokanaan, un astro estalla en la galaxia, me deshago en mil gotas multicolor, cae la cortina.
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