Cada vez que leo Watchmen me anclan las palabras del doctor Manhattan, parafraseando teorías de Einstein: el tiempo es relativo, también es simultáneo; pasado, presente y futuro ocurren (o están ocurriendo, han ocurrido, ocurrirán: ante semejante sentencia, me pierdo en los tiempos verbales y todos me parecen oportunos) a la par.
Pensemos en la lentitud con la que transcurrían 365 días cuando éramos niños: el siguiente cumpleaños parecía no querer llegar jamás. De repente nos descubrimos pronunciando aquella frase de nuestros padres, "¡qué rápido pasa el tiempo!", y en un par de décadas veremos que el día se consume con más celeridad cada nuevo amanecer. Y no pasa nada, es nuestro reloj biológico haciendo pequeñas perrerías, mirando atrás y acostumbrándose al tiempo ya vivido, viendo cómo el que nos queda por vivir se reduce a cada momento. Tempus fugit, y cada vez más rápido.
Las horas se nos escapan cuando leemos una buena novela, cuando vemos una película conmovedora y dinámica. Delante de una obra de arte alguien gira las manillas, el tiempo se desboca como un caballo sin freno. Hay otros millones de vivencias que provocan esta sensación de que el tiempo nunca permanece en un mismo ritmo vital: un instante de dolor que parece prolongarse durante horas, un ansiado abrazo que apenas podemos saborear... en fin, el ser humano es siempre subjetivo y también parece ocurrir así con la percepción del tiempo.
Todos hemos pensado en algún momento "¿quién me iba a decir esto hace unos meses?", y es que en ocasiones nos vemos envueltos en las situaciones más inverosímiles e inesperadas, quizá con más frecuencia de la que deseamos. En unos días pasamos de estar enfermos a encontrarnos de nuevo preparados para la vida. Cambiamos botas por sandalias en un par de semanas. Nos relacionamos con gente que hace dos horas no conocíamos. De repente, tenemos un trabajo, tenemos pareja, tenemos nuevos gustos musicales, perdemos a un ser querido, nos bronceamos, odiamos un libro que antes amábamos. Cuestión de minutos, de segundos. Todo cambia. Y no podemos pararlo, porque este extraño fluir, este devenir vital, es lo que mantiene nuestro corazón latiendo y nuestra mente en activo, porque sin tiempo no hay cambio, y sin cambio el ser humano es una quimera. ¿El secreto? Saber disfrutar de la certeza de que jamás nos bañaremos dos veces en las mismas aguas.
Pensemos en la lentitud con la que transcurrían 365 días cuando éramos niños: el siguiente cumpleaños parecía no querer llegar jamás. De repente nos descubrimos pronunciando aquella frase de nuestros padres, "¡qué rápido pasa el tiempo!", y en un par de décadas veremos que el día se consume con más celeridad cada nuevo amanecer. Y no pasa nada, es nuestro reloj biológico haciendo pequeñas perrerías, mirando atrás y acostumbrándose al tiempo ya vivido, viendo cómo el que nos queda por vivir se reduce a cada momento. Tempus fugit, y cada vez más rápido.
Las horas se nos escapan cuando leemos una buena novela, cuando vemos una película conmovedora y dinámica. Delante de una obra de arte alguien gira las manillas, el tiempo se desboca como un caballo sin freno. Hay otros millones de vivencias que provocan esta sensación de que el tiempo nunca permanece en un mismo ritmo vital: un instante de dolor que parece prolongarse durante horas, un ansiado abrazo que apenas podemos saborear... en fin, el ser humano es siempre subjetivo y también parece ocurrir así con la percepción del tiempo.
Todos hemos pensado en algún momento "¿quién me iba a decir esto hace unos meses?", y es que en ocasiones nos vemos envueltos en las situaciones más inverosímiles e inesperadas, quizá con más frecuencia de la que deseamos. En unos días pasamos de estar enfermos a encontrarnos de nuevo preparados para la vida. Cambiamos botas por sandalias en un par de semanas. Nos relacionamos con gente que hace dos horas no conocíamos. De repente, tenemos un trabajo, tenemos pareja, tenemos nuevos gustos musicales, perdemos a un ser querido, nos bronceamos, odiamos un libro que antes amábamos. Cuestión de minutos, de segundos. Todo cambia. Y no podemos pararlo, porque este extraño fluir, este devenir vital, es lo que mantiene nuestro corazón latiendo y nuestra mente en activo, porque sin tiempo no hay cambio, y sin cambio el ser humano es una quimera. ¿El secreto? Saber disfrutar de la certeza de que jamás nos bañaremos dos veces en las mismas aguas.
And you run and you run to catch up with the sun, but it's sinking
Racing around to come up behind you again
The sun is the same in a relative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death
Racing around to come up behind you again
The sun is the same in a relative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death
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