¿Cómo separarme del pedazo de piso donde descansan las cuatro patas de mi escritorio, de mi manera de tomar el café de la mañana, sentada en la cama mirando por la ventana cómo se levantan los vecinos, del rinconcito donde medito, del espacio de mi computadora? Si me alejo, ¿quién me garantiza encontrar de nuevo esa compañía silenciosa que yo tengo, tan especial, vviviendo entre viejos y gente cuyas perennes actividades nocturnas los obligan a descansar de día? [...] ¿Cómo alejarme de las caminatas por el barrio, de mi vecino, quien sin conocerme desplegaba su vida de soltero meticulosamente frente a mis ventanas, ignorante de mi interés por su persona? Ese es el lugar donde, por tantos años que parece siempre, despierta he soñado con todo lo bueno que me gustaría que me pasara, y dormida con casas de muchos cuartos y aviones que despegaban sin llevarme. Sueño mucho con eso. Y es ahí donde me he alegrado por las cosas buenas que han sidoy me he entristecido por las malas.
Sonia Rivera-Valdés - Las historias prohibidas de Marta Veneranda
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