Cuando me dispongo a escribir cosas de este estilo me doy cuenta de lo lamentable que soy en lo que se refiere a hablar de mí misma. De hecho, debería haber puesto una foto mía en lugar de mis pies, pero me resulta imposible dar con una que encuentre adecuada. Así que ahí están mis pies, los que me llevan a todas partes, a veces metafóricamente, pero son prácticos. Realmente prácticos.
Nunca sabré empezar este tipo de reflexiones, nunca, aunque año tras año las haga. ¿Ha sido el 2009 un año bueno? Desde luego, lo ha sido, no hay duda. Pero -pues siempre ha de haber peros- también ha sido, cuando menos, extraño.
He aprendido mucho de literatura, la verdad, y me resulta cuando menos curioso que profesores caribeños e ingleses sean los que más hayan conseguido ilustrarme con respecto de las letras españolas e hispanoamericanas. He descubierto verdaderas obras de arte en páginas en las que no depositaba ninguna esperanza y, de hecho, me han ayudado a esclarecer mi futuro profesional o, por lo menos, estudiantil.
He descubierto las mieles de vivir solo, siempre empañadas por el "tener que aguantar". La convivencia no es sencilla, en absoluto, pero quizá me haya ayudado a lograr un poco más de autocontrol y a aprender a contar hasta 10 -o hasta varios millares si hace falta- antes de actuar. Si bien es cierto que estar lejos del entorno familiar es un alivio y una tranquilidad continua, en ocasiones se echa de menos escuchar una voz conocida. Aunque esto último he de decir que no ocurre con frecuencia. También he descubierto que dormir sola no termina de convencerme.
Sigo buscando ese algo, esa chispa en la ropa que me pongo y que logre decir de mí lo que de verdad quiero que diga. Sigo buscando, digo, puesto que aún no la he encontrado. No soy capaz de ubicarme en un estilo, no al menos de los existentes.
Estar en la más absoluta soledad -y no soledad como algo negativo- es maravilloso, relajante. Me gusta dedicarme tiempo a mí misma y he de recuperar esa costumbre. A esto he de ligar el muchísimo tiempo que consumen de nosotros las nuevas tecnologías. Pero la verdad es que no podemos vivir sin ellas, ya no.
Ha sido un año extraño, muy extraño. He conocido a mucha gente pero a casi nadie que se merezca el apelativo de persona. Eso sí, los que merecen esa palabra cubren con creces las expectativas, no hay duda. Ha sido un año de pérdidas para muchos, puesto que a partir de ciertos momentos te das cuenta de que eres, al fin y al cabo, mucho más valiosa que la mayoría. Lo siento por todos aquellos que a lo largo del año me han perdido. Ahora soy mayor, miro hacia adelante y hacia el futuro y no pienso girar la cabeza. Habéis renunciado a una persona que algún día será alguien increíble. Por mi parte, un puñadito de bendiciones han caído en el camino: algunas de estas bendiciones antropomórficas venían de antes, otras han aparecido sobre la marcha y de forma inesperada y espero que, a estas alturas, ya todos sepan quiénes son y a quién me refiero.
El 2009 me ha hecho darme cuenta de que soy excesivamente buena. Yo sigo confiando en que los buenos "ganemos" alguna vez, es decir, obtengamos alguna recompensa por todo esto. Voy viendo que nunca será así, pero ni puedo ni quiero cambiar. Nací siendo buena y no se puede luchar contra ello. Me queda el consuelo de que, al menos, me siento en el camino correcto con cada cosa que hago.
Y ahora pasemos a Eso. A lo más grande. A la sonrisa más hermosa. A la mirada más dulce. Al humor más pérfido y turbio. Al sexo más comprometido y experimental. A las batallas por el mejor ingenio de la tarde. A las horas en la hierba. A las fotos aleatorias. A un cuerpo que se ha ido modelando con los meses. Al no poder parar de pensar. Al elegir los sitios menos indicados para las cosas importantes. A los cruasanes, los anacardos, las cosas picantes. Al escribir diarios y leer poesía. Con esto me refiero al acontecimiento que marcó mis 21 años y mi vida entera, a lo que me hizo volverme adulta de un golpe conservando el corazón de un niño, a lo que me hizo recuperar la fe y obtener aquello con lo que soñaba sin esperanzas. Prisa, locura, interrupciones, viajes, salitre, cuentas atrás. Con Él llegó lo que de verdad es importante, lo que, como bien dijo Saint Exupéry, es invisible a los ojos. Él trajo la exaltación de los sentidos, traía un mundo nuevo bajo el brazo y tantas cosas que enseñarme que no puedo estar a su altura. Él me trajo todo lo bueno, todo lo que importa, todo lo grande, lo pequeño, lo azul, lo púrpura. Me hizo creer de nuevo en el mar y apoyó mi odio hacia todo lo que nos rodea. Él hace fotos a las flores y contempla las nubes. Se mueven despacio, como nosotros. Porque durante demasiado tiempo fuimos un maelstrom que se consumía por la distancia, pero ahora somos relojes con varias horas de retraso que disfrutan con calma del mundo que se devora a sí mismo sin rozarnos. Somos Nosotros y ese Nexo no puede definirse ni con las más doradas palabras. Él ha sido el mayor acontecimiento del año 2009, y lo será de los años venideros porque consigue sorprenderme cada día.
El 2009 ha sido bueno. Y dentro de lo bueno, extraño, pues no estoy acostumbrada a que me ocurran grandes ni bellas cosas. Si pidiese un deseo al 2010, se agotaría en sí mismo. No necesito nada más de lo que ahora tengo. Quizá más sabiduría, pero el tiempo me la dará. Quizá más de Él, pero eso es pedir algo que ya doy por sentado. ¿Qué quiero, pues, del 2010? Lejos de caer en tópicos, voy a decantarme, tras esta enorme reflexión, por lo más mundano y banal en lo que puedo pensar ahora: un par nuevo de zapatos. Y que sean caros.
Nunca sabré empezar este tipo de reflexiones, nunca, aunque año tras año las haga. ¿Ha sido el 2009 un año bueno? Desde luego, lo ha sido, no hay duda. Pero -pues siempre ha de haber peros- también ha sido, cuando menos, extraño.
He aprendido mucho de literatura, la verdad, y me resulta cuando menos curioso que profesores caribeños e ingleses sean los que más hayan conseguido ilustrarme con respecto de las letras españolas e hispanoamericanas. He descubierto verdaderas obras de arte en páginas en las que no depositaba ninguna esperanza y, de hecho, me han ayudado a esclarecer mi futuro profesional o, por lo menos, estudiantil.
He descubierto las mieles de vivir solo, siempre empañadas por el "tener que aguantar". La convivencia no es sencilla, en absoluto, pero quizá me haya ayudado a lograr un poco más de autocontrol y a aprender a contar hasta 10 -o hasta varios millares si hace falta- antes de actuar. Si bien es cierto que estar lejos del entorno familiar es un alivio y una tranquilidad continua, en ocasiones se echa de menos escuchar una voz conocida. Aunque esto último he de decir que no ocurre con frecuencia. También he descubierto que dormir sola no termina de convencerme.
Sigo buscando ese algo, esa chispa en la ropa que me pongo y que logre decir de mí lo que de verdad quiero que diga. Sigo buscando, digo, puesto que aún no la he encontrado. No soy capaz de ubicarme en un estilo, no al menos de los existentes.
Estar en la más absoluta soledad -y no soledad como algo negativo- es maravilloso, relajante. Me gusta dedicarme tiempo a mí misma y he de recuperar esa costumbre. A esto he de ligar el muchísimo tiempo que consumen de nosotros las nuevas tecnologías. Pero la verdad es que no podemos vivir sin ellas, ya no.
Ha sido un año extraño, muy extraño. He conocido a mucha gente pero a casi nadie que se merezca el apelativo de persona. Eso sí, los que merecen esa palabra cubren con creces las expectativas, no hay duda. Ha sido un año de pérdidas para muchos, puesto que a partir de ciertos momentos te das cuenta de que eres, al fin y al cabo, mucho más valiosa que la mayoría. Lo siento por todos aquellos que a lo largo del año me han perdido. Ahora soy mayor, miro hacia adelante y hacia el futuro y no pienso girar la cabeza. Habéis renunciado a una persona que algún día será alguien increíble. Por mi parte, un puñadito de bendiciones han caído en el camino: algunas de estas bendiciones antropomórficas venían de antes, otras han aparecido sobre la marcha y de forma inesperada y espero que, a estas alturas, ya todos sepan quiénes son y a quién me refiero.
El 2009 me ha hecho darme cuenta de que soy excesivamente buena. Yo sigo confiando en que los buenos "ganemos" alguna vez, es decir, obtengamos alguna recompensa por todo esto. Voy viendo que nunca será así, pero ni puedo ni quiero cambiar. Nací siendo buena y no se puede luchar contra ello. Me queda el consuelo de que, al menos, me siento en el camino correcto con cada cosa que hago.
Y ahora pasemos a Eso. A lo más grande. A la sonrisa más hermosa. A la mirada más dulce. Al humor más pérfido y turbio. Al sexo más comprometido y experimental. A las batallas por el mejor ingenio de la tarde. A las horas en la hierba. A las fotos aleatorias. A un cuerpo que se ha ido modelando con los meses. Al no poder parar de pensar. Al elegir los sitios menos indicados para las cosas importantes. A los cruasanes, los anacardos, las cosas picantes. Al escribir diarios y leer poesía. Con esto me refiero al acontecimiento que marcó mis 21 años y mi vida entera, a lo que me hizo volverme adulta de un golpe conservando el corazón de un niño, a lo que me hizo recuperar la fe y obtener aquello con lo que soñaba sin esperanzas. Prisa, locura, interrupciones, viajes, salitre, cuentas atrás. Con Él llegó lo que de verdad es importante, lo que, como bien dijo Saint Exupéry, es invisible a los ojos. Él trajo la exaltación de los sentidos, traía un mundo nuevo bajo el brazo y tantas cosas que enseñarme que no puedo estar a su altura. Él me trajo todo lo bueno, todo lo que importa, todo lo grande, lo pequeño, lo azul, lo púrpura. Me hizo creer de nuevo en el mar y apoyó mi odio hacia todo lo que nos rodea. Él hace fotos a las flores y contempla las nubes. Se mueven despacio, como nosotros. Porque durante demasiado tiempo fuimos un maelstrom que se consumía por la distancia, pero ahora somos relojes con varias horas de retraso que disfrutan con calma del mundo que se devora a sí mismo sin rozarnos. Somos Nosotros y ese Nexo no puede definirse ni con las más doradas palabras. Él ha sido el mayor acontecimiento del año 2009, y lo será de los años venideros porque consigue sorprenderme cada día.
El 2009 ha sido bueno. Y dentro de lo bueno, extraño, pues no estoy acostumbrada a que me ocurran grandes ni bellas cosas. Si pidiese un deseo al 2010, se agotaría en sí mismo. No necesito nada más de lo que ahora tengo. Quizá más sabiduría, pero el tiempo me la dará. Quizá más de Él, pero eso es pedir algo que ya doy por sentado. ¿Qué quiero, pues, del 2010? Lejos de caer en tópicos, voy a decantarme, tras esta enorme reflexión, por lo más mundano y banal en lo que puedo pensar ahora: un par nuevo de zapatos. Y que sean caros.