A diario veo cómo personas de mi entorno se convierten en seres grises y sin forma. Con esto me refiero a que carecen tanto de una forma física aceptable como de un estado emocional sano y equilibrado. Estas personas buscan la manera de no hacer nada en su día a día, de consentir que pasen las horas sentados delante de una pantalla, perdiendo en tiempo con actividades banales y estupidizantes.
Yo no puedo considerarme una atleta ni una deportista profesional, pero sí puedo sentirme orgullosa de ser una persona activa, inquieta y que se mueve -en todos los sentidos-. No hace demasiado tiempo que decidí que esa vida sedentaria y desapaciblemente aburrida debía terminar, y comencé a interesarme por toda clase de actividades físicas. Comencé con pilates y alguna sesión de elíptica y máquinas, también probé a correr y terminé por decidirme a entrenar en casa, con los programas que más se adaptasen a mis necesidades, a mi cuerpo y a mi actividad diaria. A día de hoy sigo una mezcla variopinta de actividades: pesas, kenpo, fitness, cardio intenso... un refrito de todo. Me sobra para no aburrirme y para conseguir estar más cerca de mi objetivo, que es no ser otra más de esas personas que no cuidan lo único que les va a durar toda la vida: el cuerpo y la mente.
Los beneficios son claros. Además de una mejor forma física y un cuerpo más útil y resistente (algo muy de agradecer en cualquier actividad diaria, ¿quién no ha llegado con la lengua fuera tras subir un tramo de escaleras?), he logrado un equilibrio mental y emocional muy superior al que solía tener. El ejercicio es bueno para el cuerpo, pero es aún mejor para el intelecto y las emociones.
Sin embargo, todos los días escucho una nueva excusa para negarse a obtener estos beneficios tan gratificantes. Oigamos alguna de ellas y veamos lo sencillo que es desmontarlas:
1.- No tengo tiempo. Si tu día a día no te deja ni siquiera media hora libre para caminar a buen paso, deberías replantearte tu vida: no estás llevando una existencia normal ni saludable. Piensa en las horas que pasas frente al ordenador o la televisión y transforma eso en minutos que podrías estar aprovechando en la calle, corriendo, o quizá en un gimnasio. Si aún así tu agenda es demasiado apretada, puedes hacer pesas y estiramientos mientras lees, estudias o consultas tu ordenador. No es necesario -ni recomendable- entrenar a diario: puedes dejar un par de días para descansar y desconectar. Si aún así sigues teniendo demasiado que estudiar o trabajar, recuerda que el deporte te dará energía y podrás concentrarte mejor en tus tareas después de eso y una ducha.
2.- Soy muy vago. Pues sí, claro, nadie dijo que esto fuera fácil. Ya sé que es más
sencillo sentarse en el sofá a beber un café, pero piensa en lo
reconfortante que será ese café cuando llegues de correr unos
cuantos kilómetros. Al principio te costará y los primeros días te pondrás el chándal a regañadientes. Las semanas siguientes tu propio cuerpo te lo pedirá.
3.- Lo he intentado, pero... Pero, ¿qué? ¿Has hecho ejercicio una semana antes de una boda para bajar un par de kilos? ¿Te has apuntado a una actividad para la que no tenías la forma física adecuada? Es lógico que te pueda la frustración: agujetas, ver que eres el "peor" de la clase en el gimnasio... hay que comenzar por actividades que se adapten a nuestras capacidades y, desde esa base, ir mejorando. Hay pocas cosas tan gratificantes como ver que ahora puedes hacer 15 planchas cuando en el inicio sólo conseguías un par, o que puedes levantar el doble de peso. ¡O que cabes en unos pantalones de hace años! Si lo has intentado y ha terminado mal, es que no lo has intentado lo suficiente o lo has hecho de forma incorrecta.
4.- Es muy caro. Por supuesto, hay gimnasios y locales donde tienes que dejar un riñón a la entrada antes de hacer ejercicio en máquinas supersónicas de última generación. Y también puedes ponerte una camiseta vieja y salir a correr al parque, a la playa, al monte. O invertir unos poquitos euros en unas cuantas pesas y organizar tus propias tablas de ejercicios. O entrar en Youtube y descargarte vídeos con entrenamientos gratuitos. O juntarte con amigos para bailar o hacer excursiones. O... como ves, las opciones son infinitas. Y, muchas de ellas, gratis.
5.- Tengo muchas agujetas. ¡Bienvenido al maravilloso mundo de las agujetas! Ese tierno dolor que se te clava desde lo más profundo de los miembros es un síntoma de que los engranajes de tu cuerpo están comenzando a funcionar, a moverse y, lo que es más importante, a mejorar. Pronto se pasarán y darán paso a otras agujetas nuevas, en sitios distintos, y todas ellas beneficiosas, pues significan que te estás esforzando. Un pequeño precio a pagar por los resultados obtenidos.
6.- Hago deporte y no noto nada. El "cambio" lleva tiempo. No se puede pretender ser el mejor corredor a este lado del Atlántico en un par de semanas. Es una mejora gradual y, la mayor parte de las veces, lenta. Tampoco es posible adelgazar kilos kilos de grasa en una semana con un poquito de aeróbic, especialmente si no se lleva una dieta acorde con lo que se quiere lograr. Si logramos un equilibrio entre una dieta sana, ejercicio habitual y paciencia, todos, repito, todos notaréis resultados.
7.- Estoy muy cansado. Sí, en ocasiones pasa, y ¿sabes qué? Que es el mejor momento para hacer ejercicio. El deporte te da un buen chute de endorfinas que comienzan a moverse, a eliminar tu sensación de cansancio y a darte energía para comerte el mundo si es necesario.
8.- Me da vergüenza. ¡Por dios! ¡Todo el mundo corre! Fíjate, hasta los ancianitos salen a caminar con sus colegas, incluso las señoras mayores van al gimnasio y hacen yoga. ¿Sientes vergüenza cuando comes una ensalada? Pues esto es similar: no es admisible sentirse mal en ningún caso por seguir un estilo de vida sano. Quizá no tengas la mejor ropa, ni el mejor estilo, ni los mayores músculos. Pero, créeme, la persona de al lado no se fijará en eso: verá, simplemente, a alguien haciendo deporte y disfrutando de ello. Seguro que no te sientes avergonzado por fumar o beber, ¿verdad?
9.- No me gusta, es aburrido. Espero que seas consciente de la cantidad de ejercicios, deportes y actividades en los que puedes participar. Quizá no te guste la escalada pero adores el submarinismo. Siempre habrá una actividad para ti, desde la petanca al tango pasando por el boxeo. Haz que tus actividades sean divertidas. Busca algo que te guste. Pon música. Hazlo con tus amigos, tu familia, tu pareja, tu perro.
10.- Me duele la espalda. Quien dice espalda dice piernas, cabeza, manos, rodillas. ¡No pasa nada! Hay ejercicios de bajo impacto que no dañarán tus articulaciones; es más, hay ejercicios, como el yoga y el pilates, que fortalecen tu cuerpo y tus músculos y te ayudan a tener una buena salud postural.
11.- No me gusta ir solo. Ni falta que hace: busca un amigo, compañero... alguien que tenga inquietudes similares a las tuyas. Entra en un grupo de baile o de musculación. Únete a un grupo de corredores. Haz montañismo con tu mascota. Ejercitarse en grupo es muy beneficioso: siempre hay modelos a imitar, personas dispuestas a enseñarnos y, por supuesto, una constante fuente de motivación y afán de superación.
12.- Tengo sobrepeso. Comienza por actividades que no tengan impacto fuerte en tus articulaciones y muévete, haz trabajar tu corazón. Comienza gradualmente, nadando o caminando, y sigue subiendo la intensidad de tus ejercicios. Seguro que, además de bajar de peso, notas que tu calidad de vida mejora.
13.- Ya estoy delgado. ¿Y qué? En tus venas se sigue acumulando el colesterol, tu metabolismo se ralentiza cada día un poquito más y sigues teniendo lo que se llama grasa interna, el tipo de grasa más pernicioso, aquel que rodea tus órganos. Tienes la suerte de tener una figura que no necesita demasiado trabajo ni mantenimiento, pero recuerda que, aparte de que todo es mejorable, el beneficio del deporte se nota también en la mente.
Si he conseguido convencer a una persona, a una solamente, este texto habrá tenido sentido. Por supuesto, hay muchísimas más excusas que planteamos a diario y en las que pensaré para futuras referencias. Y, ahora, contadme: ¿quién de vosotros no ha dicho en algún momento al menos una de estas frases?